Me he dado cuenta de que el futuro y tu destino no son estáticos, pueden cambiar en cualquier momento, que acostarse a las 7 llorando y levantarse a las 9 llorando se puede hacer cuando se tienen 16 años y cuando se tienen 30 o 50, que efectivamente los mejores amigos se mantienen en silencio y apartados justo para cuando más los necesitas y que tu peor enemigo procura mantenerse muy muy cerca de ti siempre por no decir que a veces lo llevas dentro pero que también siempre hay alguien dispuesto a ayudarte a recomponer la figurita rota y decirte -No pasa nada, esto lo arreglamos en un momento, tú tranquila!! Unas palabras pueden herirte tanto o más que un cuchillo, y que por más que hagas en la vida nunca es suficiente.
También aprendí que hoy eres adorable y perfecto para alguien y mañana no te valora nada de lo que haces y que cuanto más se sabe, menos se aprende.
Me dí cuenta de que el dolor lo vive igual un ignorante que un erudito, un rico que un pobre, y que por más que repitamos la frase "pudiendo estar bien para que vamos a estar mal" la gente no se la aplica, prefiere vivir y ver desde su orgullo antes que mostrar un mínimo de humildad o dar su brazo a torcer.
Sigo descubriendo que decir palabras bonitas no cuesta nada, ni prometer, pero honrar esas palabras, cumplirlas y vivir de acuerdo con nuestras creencias a las que tanto nos aferramos y ser fieles a nuestros valores, nunca se hace.
Siempre estamos intentando crecer y avanzar, pero nosotros mismos nos ponemos los impedimentos, por el camino del orgullo nunca se llega a nada, y si seguimos cada uno sin reconocer nuestra culpa y nuestros errores, ni ver el daño que causamos a los demás, seguiremos sin avanzar, por más cursos que hagamos y libros que leamos, todo eso hay que ponerlo en práctica, la teoría no ayuda al prójimo. Por último recordar algo que todos conocemos muy bien pero que como siempre, no lo aplicamos: Ves la paja en el ojo ajeno y no ves la viga en el propio.
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