Terapias del Alma

Despertemos nuestra conciencia e iluminemos nuestros corazones, sin olvidar cuán importante es iluminar los corazones de nuestros hermanos y hermanas para que ellos puedan despertar su conciencia también.

Ayudemos a todos los seres a vivir en armonía y sembremos amor y paz allá por donde caminemos.

Con todo mi amor y con todo mi corazón.

Mil bendiciones a todos.



miércoles, 18 de mayo de 2016

No mendigues la atención de nadie

No mendigues amor a quien no tiene tiempo para ti, a quien solo piensa en sí mismo. No lo hagas nunca. No te merece quien te hace sentir invisible e insignificante con su indiferencia. Te merece quien con su atención te hace sentir importante y presente.

El amor se debe demostrar, pero jamás se debe mendigar. El hecho de tener que hacerlo es el más fiel reflejo de la injusticia emocional, del desequilibrio que vive el sentimiento que cimienta una relación.

Te merece aquel que dice menos pero hace más. No te merece quien solo te busca cuando te necesita sino quien está a tu lado cuando le necesitas y no solo cuando su interés se lo permite. Te merece quien sin esperar nada te lleva dentro, te siente y te hace sentir importante en su vida.

Al final es simple, la persona que te merece es aquella que teniendo la libertad de elegir, se acerca a ti, te aprecia y te dedica tiempo y pensamientos.




NO EXISTE LA FALTA DE TIEMPO, EXISTE LA FALTA DE INTERÉS

Dicen que no existe la falta de tiempo, que existe la falta de interés, porque cuando la gente realmente quiere, la madrugada se vuelve día, martes se vuelve sábado y un momento se vuelve oportunidad.

También dicen que quien mucho espera, se decepciona y sufre. Así que tenemos que revisar nuestras expectativas y meternos en la cabeza aquello de “no esperes nada de nadie, espéralo todo de ti”.

Porque las esperanzas y las expectativas son muchas veces (sino todas), la base de los fiascos emocionales y, por lo tanto, de percibir como falta de interés las actitudes de los demás.

Cuando percibimos lo que los demás hacen o dicen como un fraude, realmente llegamos a sentir dolor. Un dolor emocional que a nivel cerebral se comporta de la misma forma que el dolor físico.

En este sentido cabe hacer un apunte importante y es que debemos darle al malestar psicológico la importancia que tiene. No se nos ocurriría ignorar fuertes punzadas en el estómago o un tremendo dolor de cabeza constante.


Así que, ¿por qué deberíamos ignorar el dolor emocional? No podemos dejar que el tiempo lo cure sin más, tenemos que trabajar sobre él y extraer las enseñanzas que nos brinda del mismo modo que dejaríamos de tomar chocolate si descubrimos que es el causante de nuestro malestar estomacal.

Esto es muy importante porque socialmente se tiene la falsa creencia de que el malestar psicológico es signo de debilidad y de que, al mismo tiempo, el tiempo curará las heridas sin necesidad de “desinfectarlas” ni de poner vendas o parches para evitar que sangre.

VALÓRATE, QUIÉRETE BIEN

Dedícale tiempo a la gente que se lo merece y que te hace sentir bien. No mendigues la atención, la amistad ni el amor de nadie. Quien te quiere, te lo demuestra tarde o temprano.

Por eso, si vives en una situación de injusticia emocional tan alarmante, recuerda:

A quien no te llame y no conteste tus llamadas, no le llames. No busques a quien no te extrañe. No extrañes a quien no te busca. No escribas, no te sometas al castigo de la indiferencia que demuestran mensajes ignorados o silencios infundados.

No esperes a quien no te espera, valórate y deja de mendigar y de rogar amor. Porque, como hemos dicho, el amor se debe demostrar y sentir, pero jamás implorar. Tu cariño debe ser para quienes te quieren y te comprenden sin juzgarte.

Y sobre todo no te olvides del valor de tu sonrisa ante el espejo, quiérete y valórate por todo lo que eres y no por lo que alguien que no te merece te hace entender. Ámate bien y date cuenta de que el hecho de que alguien te descuide no quiere decir que tú no debas hacer lo imposible por rodearte de personas que te quieran en su vida.

Resiliencia

La práctica de la resiliencia: ¿Cómo podemos ser más resilientes?



La resiliencia no es una cualidad innata, no está impresa en nuestros genes, aunque sí puede haber una tendencia genética que puede predisponer a tener un “buen carácter”. La resiliencia es algo que todos  podemos desarrollar a lo largo de la vida. Hay personas que son resilientes porque han tenido en sus padres o en alguien cercano un modelo de resiliencia a seguir, mientras que otras han encontrado el camino por sí solas. Esto nos indica que todos podemos ser resilientes, siempre y cuando cambiemos algunos de nuestros hábitos y creencias.
De hecho, las personas resilientes no nacen, se hacen, lo cual significa que han tenido que luchar contra situaciones adversas o que han probado varias veces el sabor del fracaso y no se han dado por vencidas. Al encontrarse al borde del abismo, han dado lo mejor de sí y han desarrollado las habilidades necesarias para enfrentar los diferentes retos de la vida.

¿Qué caracteriza a una persona resiliente?

Las personas que practican la resiliencia:
  1. Son conscientes de sus potencialidades y limitaciones. El autoconocimiento es un arma muy poderosa para enfrentar las adversidades y los retos, y las personas resilientes saben usarla a su favor. Estas personas saben cuáles son sus principales fortalezas y habilidades, así como sus limitaciones y defectos. De esta manera pueden trazarse metas más objetivas que no solo tienen en cuenta sus necesidades y sueños, sino también los recursos de los que disponen para conseguirlas.
  2. Son creativas. La persona con una alta capacidad de resiliencia no se limita a intentar pegar el jarrón roto, es consciente de que ya nunca a volverá a ser el mismo. El resiliente hará un mosaico con los trozos rotos, y transformará su experiencia dolorosa en algo bello o útil. De lo vil, saca lo precioso.
  3. Confían en sus capacidades. Al ser conscientes de sus potencialidades y limitaciones, las personas resilientes confían en lo que son capaces de hacer. Si algo les caracteriza es que no pierden de vista sus objetivos y se sienten seguras de lo que pueden lograr. No obstante, también reconocen la importancia del trabajo en equipo y no se encierran en sí mismas, sino que saben cuándo es necesario pedir ayuda.
  4. Asumen las dificultades como una oportunidad para aprender. A lo largo de la vida enfrentamos muchas situaciones dolorosas que nos desmotivan, pero las personas resilientes son capaces de ver más allá de esos momentos y no desfallecen. Estas personas asumen las crisis como una oportunidad para generar un cambio, para aprender y crecer. Saben que esos momentos no serán eternos y que su futuro dependerá de la manera en que reaccionen. Cuando se enfrentan a una adversidad se preguntan: ¿qué puedo aprender yo de esto?
  5. Practican el mindfulness o conciencia plena. Aún sin ser conscientes de esta práctica milenaria, las personas resilientes tienen el hábito de estar plenamente presentes, de vivir en el aquí y ahora y de tienen una gran capacidad de aceptación. Para estas personas el pasado forma parte del ayer y no es una fuente de culpabilidad y zozobra mientras que el futuro no les aturde con su cuota de incertidumbre y preocupaciones. Son capaces de aceptar las experiencias tal y como se presentan e intentan sacarles el mayor provecho. Disfrutan de los pequeños detalles y no han perdido su capacidad para asombrarse ante la vida.
  6. Ven la vida con objetividad, pero siempre a través de un prisma optimista. Las personas resilientes son muy objetivas, saben cuáles son sus potencialidades, los recursos que tienen a su alcance y sus metas, pero eso no implica que no sean optimistas. Al ser conscientes de que nada es completamente positivo ni negativo, se esfuerzan por centrarse en los aspectos positivos y disfrutan de los retos. Estas personas desarrollan un optimismo realista, también llamado optimalismo, y están convencidas de que por muy oscura que se presente su jornada, el día siguiente puede ser mejor.
  7. Se rodean de personas que tienen una actitud positiva. Las personas que practican la resiliencia saben cultivar sus amistades, por lo que generalmente se rodean de personas que mantienen una actitud positiva ante la vida y evitan a aquellos que se comportan como vampiros emocionales. De esta forma, logran crear una sólida red de apoyo que les puede sostener en los momentos más difíciles.
  8. No intentan controlar las situaciones. Una de las principales fuentes de tensiones y estrés es el deseo de querer controlar todos los aspectos de nuestra vida. Por eso, cuando algo se nos escapa de entre las manos, nos sentimos culpables e inseguros. Sin embargo, las personas resilientes saben que es imposible controlar todas las situaciones, han aprendido a lidiar con la incertidumbre y se sienten cómodos aunque no tengan el control.
  9. Son flexibles ante los cambios. A pesar de que las personas resilientes tienen una autoimagen muy clara y saben perfectamente qué quieren lograr, también tienen la suficiente flexibilidad como para adaptar sus planes y cambiar sus metas cuando es necesario. Estas personas no se cierran al cambio y siempre están dispuestas a valorar diferentes alternativas, sin aferrarse obsesivamente a sus planes iniciales o a una única solución.
  10. Son tenaces en sus propósitos. El hecho de que las personas resilientes sean flexibles no implica que renuncien a sus metas, al contrario, si algo las distingue es su perseverancia y su capacidad de lucha. La diferencia estriba en que no luchan contra molinos de viento, sino que aprovechan el sentido de la corriente y fluyen con ella. Estas personas tienen una motivación intrínseca que les ayuda a mantenerse firmes y luchar por lo que se proponen.
  11. Afrontan la adversidad con humor. Una de las características esenciales de las personas resilientes es su sentido del humor, son capaces de reírse de la adversidad y sacar una broma de sus desdichas. La risa es su mejor aliada porque les ayuda a mantenerse optimistas y, sobre todo, les permite enfocarse en los aspectos positivos de las situaciones.
  12. Buscan la ayuda de los demás y el apoyo social. Cuando las personas resilientes pasan por un suceso potencialmente traumático su primer objetivo es superarlo, para ello, son conscientes de la importancia del apoyo social y no dudan en buscar ayuda profesional cuando lo necesitan.

La resiliencia en los niños



Si queremos que nuestros hijos afronten las dificultades de la vida con fortaleza es importante educarles en la capacidad de ser resilientes, para ello es fundamental nuestro ejemplo, no sobreprotegerles y sobre todo creer en ellos. No se trata de evitar que se caigan, sino de enseñarles a levantarse, y para ello tenemos que confiar en que ellos pueden. Por supuesto, tampoco se trata de exponerles a peligros o ambientes agresivos “para que se hagan más fuertes”, afortunadamente no estamos en Esparta. Aportar seguridad y protección es necesario. Algo importante que podemos preguntarles a los niños cuando tienen un contratiempo si queremos que aprendan a desarrollar la resiliencia es ¿qué puedes aprender de esto? o ¿qué puedes sacar bueno de esto que ha ocurrido?

martes, 17 de mayo de 2016

Si no puedes cambiar la situación, cambia tu perspectiva mental.

Hay situaciones que podemos cambiar, hay otras que no. Y mientras antes lo asumamos, antes dejaremos de sufrir por ellas. Cuando una persona no quiere permanecer a nuestro lado, poco podemos hacer para retenerla. Si perdimos una oportunidad de trabajo, de nada vale lamentarse. Por muy proactivos, entusiastas y positivos que seamos, hay situaciones que no podemos cambiar. En esos casos solo nos resta cambiar nuestra mente.
Los peligros de la no aceptación
Hay situaciones que, si no podemos cambiar, debemos aceptar. Cuando no las aceptamos se convierten en un asunto pendiente, en un obstáculo que nos drena la energía. Sin embargo, el auténtico milagro ocurre al aceptarlas ya que en ese proceso de supuesta rendición, crecemos y logramos pasar página.
¿Qué sucede cuando no aceptamos una situación que no podemos cambiar?
1. Nos mantiene estancados. Si tenemos delante un muro y nos ofuscamos intentando echarlo abajo pero no lo logramos, nos frustraremos y nos quedaremos lamentándonos. De esta forma, terminaremos estancados en nuestro camino. Al contrario, si intentamos probar otras soluciones, podremos seguir avanzando, no a pesar del muro, sino precisamente gracias a este.
2. Nos hace infelices. Cuando no logramos cambiar la situación o los demás no cumplen con nuestras expectativas, la frustración puede crecer hasta alcanzar niveles insospechados. Al atarnos a ese problema nos impedimos ser felices, es como si fuera una enorme piedra que nos obligamos a arrastrar, aunque en realidad nos gustaría soltarla, pero no sabemos cómo hacerlo.
3. Nos impide ver las oportunidades. Un problema o una situación negativa, sobre todo cuando se mantienen a lo largo del tiempo, suelen generar frustración. Y en ese estado no solo somos incapaces de pasar página sino que ni siquiera nos damos cuenta de las soluciones y oportunidades que pasan por nuestro lado. No aceptar un hecho es cerrarse a las oportunidades, eligiendo permanecer en el pasado.
No es la situación, es cómo reaccionas
A menudo confundimos la realidad con nuestras reacciones. Sin embargo, es importante tener presente que no es la situación en sí la que genera frustración, sufrimiento o ansiedad, estas son tan solo nuestras respuestas ante hechos que no podemos, o no queremos, gestionar. Se trata de una diferencia sustancial ya que de esta forma podrás separar el acontecimiento de tu reacción ante este. Y darte cuenta de que estás reaccionando ante un significado, no ante un hecho.
De hecho, en muchas ocasiones somos nosotros mismos quienes añadimos más leña al fuego, imaginando los peores escenarios posibles o dejando que las emociones negativas nos sobrepasen y tomen el mando. De esta forma solo conseguimos empeorar la situación, cuando el objetivo es lograr sentirnos mejor. En práctica, terminamos perdiendo la perspectiva de que lo bueno y lo malo, lo negativo y lo positivo se basa esencialmente en nuestros puntos de vista, en la forma en que elegimos reaccionar ante ciertas situaciones.
Muchas de las situaciones que a primera vista podemos considerar como negativas o malas, pueden ser positivas, o al menos adquirir un carácter neutro si sabemos darles la vuelta y sacarles partido.
Por supuesto, no se trata de relativizar todo o de sufrir en silencio. Cuando una situación no nos gusta o se convierte en un obstáculo para lograr nuestros objetivos, debemos intentar cambiarla, pero si no podemos, chocar continuamente contra un muro no servirá más que para hacernos daño. Si no podemos derrumbar esa pared, es mejor que aprendamos a sacarle provecho.
Para lograrlo, es importante tener claro que todo depende de la interpretación, la cual está determinada por nuestras experiencias, expectativas y las emociones que nos están embargando. Sin embargo, lo que estamos viendo no es la única realidad, sino tan solo una faceta de esta. Nuestra reacción ante la situación será la versión final. Por tanto, enfócate en buscar soluciones, no en quejarte.
Recuerda que la vida no es como quieres que sea, muchas veces es caprichosa e inesperada. Seguirá poniendo problemas a tu paso, así como nuevas oportunidades. Tú eliges si quieres ser una víctima o si prefieres tomar las riendas y aprender a cada paso.
Después de todo, recuerda que nada es para siempre. Si algo te disgusta, intenta cambiarlo, si no puedes, no te tortures y cambia tu actitud. Aprende a abrazar la vida, con todo lo que ello conlleva.